jueves, 26 de noviembre de 2009

Entrevista con Mireia Sallarès.

MIREIA SALLARÈS




Existe una canción popular que habla de “la muerte chiquita”, que en México es una de las formas que tienen de referirse al orgasmo. Los franceses también se refieren popularmente a la apnea provocada por el clímax sexual como “la petite mort”. En su libro sobre el erotismo, Georges Bataille considera que la sexualidad y la muerte no serían más que momentos agudos de una fiesta que la naturaleza celebra, teniendo ambas un sentido de despilfarro ilimitado contrario al deseo de perdurar del ser. Bataille afirma, además, que el sentido último del erotismo es la muerte. Mireia Sallarès toma prestado este juego de palabras, Las muertes chiquitas, como título de un proyecto que arrancó en 2006 y que ofrece una mirada hacia la realidad y la metáfora del placer, la violencia y la muerte desde un punto de vista femenino. El proyecto se ramifica y se expande a partir de tres grandes líneas: un vídeo de entrevistas, una serie de fotografías y un libro de artista que compila ensayos y materiales diversos recogidos en el transcurso de un viaje en varias etapas por México.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Presentación del libro Las Muertes Chiquitas.


El libro Las Muertes Chiquitas es un elemento más dentro del proyecto más amplio que lleva el mismo nombre. Podríamos decir, es una estrategia para narrar el proceso de desarrollo del proyecto. ¿Cómo tiene que ser esta narrativa si tomamos en cuenta que se trata de múltiples experiencias, de un caleidoscopio de subjetividades que se despliegan aparentemente en un mismo plano de la realidad y sin embargo, todas provienen de mil suelos distintos, millones de raíces y otras tantas maneras de nombrar o verbalizar lo que son? Las experiencias de la artista en el contacto con otras personas, otros suelos, otras raíces…todo se multiplica, se divide y se encuentra, para volver a dispersarse hasta el infinito. Es decir, se trata de narrar algo sabiendo que el final no existe; o mejor dicho, desear que el final sea una culminación, un gran orgasmo, pero darse cuenta de inmediato que una estructura fragmentaria no permite una sola culminación, una verdad, una única definición, una sola finalización; sino más bien, se trata de no abandonar nunca el ámbito del plural: los fragmentos, los orgasmos, los finales…en pocas palabras: “las muertes chiquitas”.
 Para lograr este propósito, el libro que hoy presentamos emplea una pluralidad de lenguajes y enfoques. Aunque se trate básicamente de la imagen y el texto (es lo que el formato de un libro nos permite), dentro de estos dos elementos se exploran una multitud de posibilidades. La imagen: fotos de las mujeres entrevistadas, fotos de esténciles, fotos de periódicos y otros libros, imágenes de textos fotocopiados, fotos de materiales de trabajo, etc. El texto: ensayos, reflexiones, teorías, poemas, canciones populares, hasta las reflexiones filosóficas plasmadas en el efímero soporte del papel picado…El texto como imagen (el mejor ejemplo es la portada del libro; o más ampliamente, el neón rosa mexicano que es una de las imágenes principales del proyecto) y la imagen como texto (me refiero a algunas fotos de textos con sus manchas, partes subrayadas y las reflexiones añadidas por parte de la artista). Todas estas variaciones y matices giran alrededor, una vez más, no de un solo tema, sino varios: erotismo, violencia, vida-muerte, identidad…En un momento pensé que lo que realmente podría funcionar como un único centro es el tema de la mujer. Sin embargo, releyendo el contenido, he descubierto que si bien las voces narrativas son femeninas, sus discursos no necesariamente se limitan con su ser mujer, sino se amplían, bifurcan, se trasvisten y muchas veces, cambian de sexo en una operación discursiva reveladora e inquietante. Tal vez uno de los centros de gravedad de este libro, que con su fuerza de atracción recoge todas estas experiencias, sea la artista misma, cuya mirada a través de la cámara genera todos estos retratos, o mediante su particular forma de contar, matiza la multiplicidad de historias escuchadas; la artista que se conoce y reconoce a sí misma a través de este ejercicio de las finalizaciones imposibles, de la culminación fragmentaria, de las palabras que surgen como un orgasmo liberador después de largos momentos de silencio.
 Helena Braunštajn




jueves, 19 de noviembre de 2009

Las muertes chiquitas… y la vida

¿Cómo? ¿Este es un proyecto que se atreve a poner en la mesa de discusión los temas del placer y la violencia al mismo tiempo?

¿Qué? ¿Mireia Sallarès abre un espacio cálido y lleno de confianza en el que las mujeres comparten sus historias de vida a través de entrevistas y fotografías?

¡Me encanta!

¿A poco? ¿Aparte de presentarnos su propuesta, la artista nos permite ver las entrañas de su proceso de reflexión como si quisiera que sacáramos nuestras propias conclusiones?

¿De veras? ¿En esta pieza la forma no sólo es tan importante como el contenido, sino que es parte de su contenido?

¡Me intriga!

Las Muertes Chiquitas contrapone las dos fuerzas más poderosas: la de la vida y la de la muerte. Ni más ni menos. Pero también es una obra llena de matices en la que conviven el placer, la inteligencia, el humor, la fuerza, el miedo y el dolor.

Las Muertes Chiquitas es como un rompecabezas integrado por muchas partes. Si bien éstas funcionan de manera independiente, para apreciar la totalidad de la obra hay que hilvanar las pistas que la artista ha sembrado a lo largo del camino. Para hacerlo, usted, a partir de este momento, debe dejar de ser un/a espectador/a pasivo/a para convertirse, como la artista, en detective de la vida.

Las Muertes Chiquitas es una obra golosa, gozosa e intensa que exige que le prestemos atención y con tal de obtenerla es capaz de hablarnos en muchas lenguas y lenguajes. Es una obra cuya estrategia es repetirse de mil maneras……hasta que se entienda, hasta que sea necesario, hasta el cansancio mismo si es necesario. Hasta venirnos o hasta morirnos. ¿Por qué? Porque lo que nos está diciendo es importante y sigue silenciado.

Las Muertes Chiquitas un día se nos presenta como una intervención en un cine abandonado. Penetra los rincones del olvido. Construye sobre los escombros de un sistema de representación que nos ha llenado la cabeza de imágenes de mujeres abnegadas o divas malvadas expertas en dar complacer a todos menos a ellas mismas. En este espacio, Sallarès coloca las fotografías que les tomó a las mujeres que entrevistó, con su variedad de edades, clases sociales, etnias, preferencias sexuales, experiencias y visiones del mundo. Las retrata en sus territorios, a lo largo y ancho del país. Las sigue. Las acompaña. Es como un “road trip” cuyo personaje principal es un gran anuncio de neón color de rosa con el nombre del proyecto que se planta insolentemente junto a las doñas en espacios públicos o privados, en monumentos o playas, en un bloque de viviendas cuya construcción es logro de una de ellas o en el sitio en el que otra recuerda a ocho mujeres que fueron asesinadas. Es el fantasma del placer que recorre la realidad, aún en sus momentos más dramáticos.

Las Muertes Chiquitas también es un documental. Sallàres devela los recuerdos de estas mujeres, extrae sus ideas y abraza sus anhelos. Las graba… Nos graba. A lo largo de sus entrevistas, de todas sus voces, nos damos cuenta que es imposible hablar de “la mujer”, en singular, porque no hay molde suficientemente grande para contener tanta diversidad.

Las Muertes Chiquitas también aparece como una publicación inusual. Compleja. Legible. No se trata de un libro lineal, con su introducción, desarrollo y conclusión. Es más como el retrato de un proceso mental, integrado por fragmentos, colores y texturas. Hay frases sueltas que nos atrapan y ensayos complejos que nos guían por los recovecos teóricos que arropan al proyecto desde el pensamiento feminista actual y desde la teoría del arte. Se entretejen rítmicamente. En este texto hay cabida para las certezas y las dudas, para imágenes y los textos. Este libro de artista es un pequeño y subversivo emisario en tres idiomas (inglés, español y catalán) dispuesto a seguir dando la batalla aún después de que el proyecto concluya oficialmente.

Las Muertes Chiquitas invita a las mujeres a compartir sus historias, pero tiene el valor de hacer lo mismo. Incluso podría decirse que el proyecto hace un strip-tease ante el público, al presentársenos también como una instalación/biblioteca, una mesa de trabajo que reúne los materiales teóricos que lo nutrieron y las notas que la artista fue escribiendo en el proceso. Nos incita a reflexionar. Nos obliga a ver que, como decía Da Vinci, el arte es una cosa mental. Nos permite entender que una obra puede abordar muchos y muy variados temas pero que, sin excepción alguna, también es una reflexión sobre el arte en sí mismo.

Las Muertes Chiquitas concluirá, si es que este tipo de proyectos de esencia reverberante pueden realmente terminar, con la presentación del libro y un ciclo de mesas redondas que reunirán a algunas de sus protagonistas. No se trata de un evento paralelo a una exposición, sino de parte integral de éste. Es el espacio de reunión y diálogo. Es el momento en el que a usted, al público, se le abren las puertas para que participe en esta conversación.

Las Muertes Chiquitas es, a fin de cuentas, más que la suma de todas sus partes. Es el arte como proceso, como generación de conocimiento y como interacción. Es una obra tan fragmentada o tan conectada, tan compleja o tan conectada…. como la vida misma.


Mónica Mayer